domingo, 12 de junio de 2011

MISFITS


Oda a la adolescencia inadaptada.

Empezaré comentando que no soy asiduo a series de televisión. Me cuesta comenzarlas y seguirlas con regularidad, no obstante, estoy al tanto del gran momento en el que se encuentran las series americanas e inglesas en la actualidad, a diferencia del cine, que cada año que pasa es un enorme salto al vacío, ya que, cada vez son menos los cineastas que aportan frescura y buenas ideas, pero ya se sabe, mientras los ricachones y peces gordos de las majors de Hollywood  continúen contando fajos de billetes, no hay problema. Así que después de esta breve observación sobre la vigente industria del entretenimiento audiovisual, paso a explicar el motivo por el cual estoy escribiendo esta crítica, la serie británica Misftis. Tras un largo periodo de insistencia de algunos, al final, decidí darle la oportunidad a esta obra televisiva, que en poco más de año y medio ha conseguido ser un éxito tremendo, y la verdad, una vez vista, no tengo más que agradecerles la recomendación. Si alguno de vosotros, sois de los que aún no ha podido verla, creedme, no lo lamentaréis.

 
El argumento inicial de Misfits es sencillo, narra cómo un grupo de jóvenes delincuentes e inadaptados sociales obtienen extraños poderes tras sufrir una tormenta. Lo sé. Con esta pequeña sinopsis suena a más de lo mismo, pero si queréis ser sorprendidos desde el primer instante, mejor dejarla así. Gracias a una brillante ráfaga de originalidad de su creador, Howard Overman, nos encontramos con un ácido y arrollador guión plagado de diálogos y momentos memorables, y, con unos personajes protagonistas soberbiamente dibujados, de manera en la que cada uno de ellos es un arquetipo de la sociedad llevado al límite: la guapa, la fea, el inseguro, el aislado, el engreído… Cierran el círculo de un libreto magnifico. 


La apuesta de Overman es valiente a raudales, ya que la serie no se esconde nunca de un alto contenido de violencia, un vocabulario soez y de mostrar escenas de sexo. Todo ello, conjugado con un espectáculo endiabladamente entretenido, un ritmo sublime, y, un gamberro y divertido diseño. Una sucesión de elementos, de los cuales muchas películas jamás podrán alcanzar.  

Pese a contar con un presupuesto de lo más ajustado, la factura técnica es impecable. Haciendo uso de una fotografía con una paleta de colores fríos y apagados que aísla a los protagonistas de la multitud y les coloca en la circunstancia del desplazamiento con el resto. Un gran montaje que en ningún momento se hace repetitivo o confuso. Mención especial a la banda sonora, que es empleada con mucho acierto, y una elección musical excelente, con temas de The Chemical Brothers, The Cure, Eels, Joy Division, Prodigy, The Rapture, entre otros. 


Si en Misftis existe un verdadero rayo de luz milagroso que culmina todo lo nombrado anteriormente, es su reparto. Son el alma y corazón de la serie. Los cinco protagonistas: Kelly (Lauren Socha), que pasa de una agresividad excesiva a un espíritu de preocupación por el resto en un instante; Curtis (Nathan Stewart-Jarrett); Alisha (Antonia Thomas); Simon (Iwan Rheon), una interpretación magistral de tímido marginado; y Nathan (Robert Sheehan), extraordinario personaje del que se hablará durante mucho tiempo. Inolvidable.


Misfits es una reinvención a la juventud, como si se tratara de una revisión híper-violenta y moderna del clásico de Peter Pan. Bajo la premisa de superhéroes como telón de fondo, nos encontramos con una metáfora sobre la dificultad de crecer junto con el resto, del miedo a las inseguridades, la pérdida de los sueños, de la inocencia y la libertad. Una comedia negra que arremete contra los pilares morales de un sistema que separa el bien y el mal. Una magistral oda a la adolescencia. Que lleguemos a vernos reflejados en su hipnótica y fascinante gamberrada, quizás así, surja el chispazo de un nuevo cambio. Prodigiosa. 

NOTA: 9

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