miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA


Cuando el cine se convierte en el arte imperecedero.
 
Son las 10.30h de la mañana. Acudo al pase del nuevo film de Terrence Malick, El árbol de la vida. Se van apagando las luces de la sala y comienza la proyección. A continuación, acontecen imágenes enérgicas de los árboles, el mar, la naturaleza, los reflejos del sol, el nacimiento del universo y de la vida en la tierra, la pérdida de la inocencia, el viaje hacia la madurez y la búsqueda de respuestas sobre el sentido de la existencia. Finaliza la película. Me cuesta ponerme en pie ya que mi mente se encuentra en un estado de trance. Una vez en la calle, emprendo la vuelta a casa mientras voy dando tumbos por las aceras, asimilando conceptos, buscando una palabra que defina lo que he visto durante 139 minutos. Y creo que ya la tengo: poesía. ¿Cómo lo has hecho Malick?


No soy un ferviente seguidor de Terrence Malick. Hasta ahora, la película que más me había convencido del director era Malas tierras. Su cine me ha parecido siempre bastante pretencioso e incluso en algunas ocasiones aburrido, especialmente en El nuevo mundo, film muy logrado visualmente, pero fallido en términos generales. Nunca ha hecho un cine convencional y mucho menos para todos los paladares. Siempre ha intentado  describir la belleza con la combinación del poder ambicioso y autodestructivo del hombre, haciendo uso para ello de una visión panteísta del mundo, donde  resalta una doctrina filosófica en la que la vida, el universo y el concepto teológico de Dios pueden ser uno.  


Es aquí donde entra en escena El árbol de la vida. La historia es una representación vital de una familia norteamericana de clase media en los años 50. De entrada puede parecer algo de lo más sencillo, pero es el estilo narrativo apostado por Malick lo que hace distinta y única a la película, prevaleciendo constantemente las imágenes por encima de los diálogos y la voz en off sobre las conversaciones entre personajes. Todo ello se dispone con el claro objetivo de hacer un cine completamente poético. Así, va desde una primera media hora que rezuma una clara semejanza a 2001: Una odisea del espacio, hasta la visualización de la infancia y el más allá que son tratados en el segundo y tercer acto. 

El nivel visual que lleva Malick al largometraje es un orgasmo para la vista. Un trabajo sublime, maravilloso. Cada imagen es como un poema cobrando vida propia. Tienen un aire sensorial y sensitivo estremecedor. El espectador, simplemente, no puede apartar ni un segundo la mirada de la pantalla. La sensación de asombro y sobrecogimiento ante la perfección que está viendo es impecable. Sin olvidar, en absoluto, el excelente trabajo del director de fotografía, Emmanuel Lubezki (Hijos de los hombres), que ha sido capaz de llevar la futurista  visión de Malick a la realidad. Cabe nombrar también la fantástica partitura escrita por el compositor Alexandre Desplat, que, como ya he dicho alguna vez, es de los más grandes del panorama actual.


La cinta está protagonizada por Brad Pitt, Sean Penn y Jessica Chastain. No es que sea precisamente un film de actores, pero lo cierto es que el trabajo de todo el reparto es exquisito; concretamente la labor de Pitt interpretando un personaje duro, de unas doctrinas y enseñanzas rígidas y conservadoras. Por otra parte, destaca la genial contribución de los jóvenes actores, que, sin mucha experiencia, han conseguido transmitir brillantemente los rincones más emocionales de la niñez.

El árbol de la vida es una odisea al lugar más recóndito de la existencia humana. Del inicio de la forma de vida —Big Bang, los dinosaurios y su extinción, y un nuevo amanecer—, al fin de los tiempos, todo ello enlazado de manera excelente con los sentimientos de la síntesis humana: amor, odio, felicidad, tristeza… Una amalgama de lo espiritual y lo cósmico. Un recuerdo de nuestro paso por el mundo plagado de momentos eternos, felices y dolorosos. No es un film de respuestas, sino de preguntas: ¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Cuánto tiempo nos queda?


Para el director, somos seres que vivimos y morimos sin más. Nuestro paso por la tierra es fugaz y las respuestas a un posible Dios se encuentran en la misma naturaleza. Es, en definitiva, una obra que alimenta el alma, que te deja levitando ahí, en el extremo; una obra maestra atemporal que perdurará con el paso de los años por su magia hipnótica. Malick lo ha logrado. Se consagra como maestro, regalándonos una maravilla imperecedera que recalará entre los albores más profundos de la historia del séptimo arte. Poema a la vida y al placer de vivirla.

NOTA: 10

jueves, 1 de septiembre de 2011

COWBOYS & ALIENS


Si John Wayne levantara cabeza…

Vaya con Jon Favreau. Me gustaría que ahora asomaran la cabeza los que dijeron cuando vieron Iron Man que nos encontrábamos ante un nuevo referente de cineasta. Que una cosa quede clara, Iron Man me gustó, es más, me parece, junto con Spider-Man 2, lo mejor que ha salido de la factoría Marvel. Quizás antes de proclamar a los cuatro vientos tal osadía, deberían haberse repasado los deleznables anteriores trabajos de Favreau (Elf o Zathura). Ahora, tras el abandono de la saga Iron Man, nos trae Cowboys & Aliens, una mezcla entre puro western y la ciencia-ficción más simple. Sus protagonistas son Daniel Craig, Harrison Ford y Olivia Wilde.


No dudo de la buena intención de realizar un western de ciencia-ficción, pero es algo con lo que se juega con fuego, y más cuando el clásico elemento de los indios nativos lo sustituimos  por alienígenas. Y es que al final, la cinta apuesta por una narración de lo más convencional. El problema surge a través de su convencionalidad y del poco afán de enganchar al espectador. Los primeros 15 minutos de película me parecen de lo más decentes, incluso el primer ataque de las naves extraterrestres; es justo después de ese momento cuando todo pierde interés, la historia se desinfla, los personajes pasan a mejor vida y lo único que queda son los excelentes efectos visuales. Una lástima.
  
Aun con estos inconvenientes, la cosa no termina aquí. Favreau sigue con su tremendo error de mancharlo todo con explosiones y ruido, mucho ruido. Es como si el tipo no supiera arreglar los vacíos narrativos que él y sus guionistas crean y los sustituye con efectos especiales. "Bien pensado Jon, pero tú no eres Michael Bay", algo así es lo que le debería de haber dicho Steven Spielberg, como productor ejecutivo del film, a Favreau. 


Dejando a un lado la labor del director de Iron Man 2, el apartado técnico y artístico de la película es respetable. Cuenta con el fantástico director de fotografía Mathew Libatique (Cisne Negro), un buen trabajo de diseño de producción, una partitura de Harry Gregson-Williams que no ofende, y un sublime trabajo de efectos visuales por parte de los artistas de ILM.

Temas técnicos aparte, regreso con las cantadas que suspenden el conjunto del film.  Es cierto que no es una película de interpretaciones, pero ¡qué interpretaciones! Craig está soso, desubicado, sin saber qué hacer, o qué cara mostrar. Olivia Wilde da vergüenza ajena. Un personaje completamente prescindible, que no aporta absolutamente nada, que tan solo sirve para calentar a Craig y crear una tensión sexual inútil, por mucho que nos quieran vender que en ella está la clave de la historia. A un lado dejo la siempre agradecida aportación de Harrison Ford. Su carisma no tiene fin. 


¿Os imagináis que Cowboys & Aliens hubiese sido un James Bond conoce a Indiana Jones metidos en un Centauros del desierto más La guerra de los mundos? Probablemente estaríamos hablando de un resultado muy diferente. Lo que queda es un film soso, aburrido, exhausto de originalidad y con las carencias de un Jon Favreau al descubierto. ¿Qué diría el gran John Wayne si levantara cabeza? Ahora mismo debe de estar revolviéndose en su tumba, seguro. 

NOTA: 4